viernes, 20 de abril de 2012

PSICO-POLÍTICOS


La razón de Estado que postulaba Nicolás Maquiavelo en su obra “El Príncipe” señalaba la necesidad de llevar a cabo una política mesurada y racional, cuyo elemento teleológico debía ser la consecución de un Estado fuerte y soberano, que trajese el orden y la paz a la convulsa sociedad florentina y a los estados italianos de aquella modernidad incipiente del XVI, enfrascados en guerra perpetua unos con otros, y con los Borgia al frente del altar. Y más se valiese del miedo que del amor de su pueblo, el príncipe cristiano estaba legitimado a utilizar cualesquiera medios a su alcance para lograr sus objetivos, siempre en aras de la susodicha razón de Estado. Es aquello tantas veces comentado del famoso fin que justifica los medios (aunque Maquiavelo jamás emplease esta frase).

Hace unas semanas leía una entrevista a Jon Ronson en el diario El Mundo con motivo de la publicación de su nuevo libro “¿Es usted un psicópata?” (Ediciones B). El famoso escritor y periodista galés, autor de la conocida novela “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” (que tuvo una curiosa adaptación a la gran pantalla no hace mucho), sostiene en esta nueva publicación una tesis muy interesante que hay que sopesar con detenimiento; el mundo está dirigido por psicópatas.
            Ronson hace referencia, fundamentalmente, al sector financiero y empresarial para señalar un hecho preocupante; los puestos de dirección de los grandes bancos, holdings internacionales, corporaciones, grandes empresas y demás transnacionales están copados por un perfil de persona muy concreto, el del psicópata. Razones de peso no le faltan a la hora de sustentar sus afirmaciones, y aquellos que quieran conocerlas deberán acudir a las páginas de su libro.

Aquella entrevista me hizo recordar un estudio que cayó en mis manos hace unos cuantos años, mientras recogía información para un trabajo de antropología en la facultad. No recuerdo muy bien quien lo realizó, ni puedo dar más referencias de aquel estudio porque no era el tema de mi investigación, y no me molesté en tomar notas. Ni siquiera recuerdo con exactitud la publicación donde lo leí, creo que fue en uno de los volúmenes de la revista “Cultura y Sociedad” que me encontraba consultando por aquel entonces. Ni me preguntéis por la referencia bibliográfica, no lo sé, y es algo de lo que siempre me arrepentiré.
            Recuerdo que en aquel artículo se exponían las conclusiones de una investigación llevada a cabo entre varias personalidades del ámbito de la política a nivel mundial. Al parecer, los investigadores habían tomado la escala de Hare, que sirve para medir rasgos psicopáticos en alguien, y la habían aplicado a una muestra representativa de seres (por llamarlos de alguna manera) dentro de este mundillo. Tras estudiar minuciosamente los perfiles psicológicos de dichos seres, y sin discriminar por, edad, sexo, nacionalidad u orientación ideológica, habían llegado a la conclusión de que a medida que se iba subiendo en la pirámide del poder el número de rasgos de psicopatía también aumentaba acompasadamente. Ni que decir tiene que los puestos cúspide eran copados sistemáticamente, o bien por psicópatas, o bien por individuos que se acercaban alarmantemente a la sociopatía.

Aquello me dio mucho miedo. Recuerdo que cerré el volumen con fuerza y lo devolví a la estantería de donde lo había sacado. Esa noche tuve pesadillas.

Con el tiempo he vuelto a reflexionar en numerosas ocasiones sobre este hecho, y he llegado a una conclusión simple y desoladora, la misma a la que, por otras vías me imagino, ha llegado el señor Ronson; el mundo está gobernado por psicópatas.
            Hay varias líneas de argumentación que me llevan a aseverar esto; en primer lugar tenemos que pararnos a pensar en qué cualidades debe cumplir alguien que esté en un puesto de dirección de un partido político al más alto nivel. Debe ser ambicios@, amoral, debe carecer de escrúpulos y estar dispuest@ a hacer lo necesario, a costa de quien sea, para conseguir sus objetivos. Nadie que ocupe un puesto directivo en un partido político ha llegado hasta ahí sin mancharse las manos, eso es una obviedad, al menos para mí. Ganar es sinónimo de aplastar.
            Para triunfar en un mundo tan ultracompetitivo como es el de la política, donde los chantajes, el espionaje, la paranoia, las luchas bicéfalas, tricéfalas, la traición, e incluso el asesinato, están a la orden del día, el darwinismo social impone que solamente aquell@s más aptos, es decir; más psicópatas, conseguirán medrar y aposentar sus culos en poltronas vitalicias. Y, amigos míos, si hay algo que un psicópata suele ser, sobre todo un@ con cierto grado de carisma e inteligencia, es un triunfador social. Poseen encanto, son aduladores, zalamer@s, saben a quien hacer la pelota y cuando hacerla, lo que deben decir, lo que no deben decir. Son astut@s jugadores de ajedrez que se ocultan tras sus alfiles esperando el momento para atacar y dar jaque mate, da igual a quien tengan que sacrificar.
            Porque, y llegamos a la segunda parte de mi exposición, l@s psicópatas son totalmente amorales. Vicente Garrido Genovés, en su obra “Cara a cara con el psicópata”, describe a estos individuos como discapacitad@s morales, como individuos que, aun sabiendo discernir el bien del mal, actúan movid@s por puro y simple egoísmo. Carecen de empatía, carecen de responsabilidad y remordimientos. Tú y yo les damos igual, son animales que solamente desean satisfacer su necesidad de poder y dominación. El mundo de la política, los partidos, las agrupaciones, todos esos maravillosos organismos, son el caldo de cultivo ideal para que este tipo de personalidad florezca y haga carrera.

No existe, en mi opinión, nada más atroz, y que vaya más en contra de la dignidad humana que denigrar y humillar a otra persona en público, haciéndolo, además, para obtener beneficio personal de la destrucción de ese otro individuo, sin importar el daño que se está haciendo o a quien se le está haciendo. Considero que esto es un comportamiento aberrante y me repugna pensar que exista gente que viva de hacer esto a diario, porque, y esto es lo más fuerte, l@s polític@s lo hacen, de manera sistemática y con extrema diligencia. Investigan a sus adversarios y llevan la cuenta de sus chanchullos, de sus intimidades. Si un rival es adultero, si esnifa coca, si fuma, si bebe, si es homosexual, si le gustan los látigos de cuero, si ha robado dinero público (todos l@s polític@s son corrupt@s, esto es algo que también necesito que entendáis, pero que voy a dejar para otro post), si su hija es gótica, si su perro come cacas del suelo. Escarban en la basura y reúnen pruebas, secretos, para después filtrarlos a los mass media, que suelen utilizar como voceros laudatorios de sus andanzas, en el momento en que más daño pueden causar.
            Cada vez que veo una sesión de control al gobierno me horrorizo. No se discute sobre política, no se intenta argumentar de forma positiva y racional una medida. Se espeta información, de la forma más asertiva y auto-elogiosa posible, se tergiversan hechos y se insulta. L@s polític@s no hacen política, SE INSULTAN!. Es como el patio de recreo de un colegio donde todos gritan “y tú más” (por cierto, los niños pequeños son psicópatas, todos ellos, no tienen su inteligencia emocional desarrollada y por eso son tan crueles).

Nicolás Maquiavelo supo definir a la perfección lo que es un político, y lo hizo en el año 1513. El príncipe cristiano, dueño y señor de la razón de Estado, ha ido degenerando con el devenir de los tiempos hacia una nueva sub-especie de principitos y principitas, niñat@s mal criad@s que juegan con el destino del mundo en sus parques de escaños y altares, y micros y notas, y poses y rictus, y voces moduladas en falsete. No les importamos, solamente quieren su cuota de poder y mear más lejos que el resto.

He decidido que no quiero jugar con ell@s. No les voy a dar mi voto, a ningun@. No les apoyo, no creo en ell@s ni en el mundo que han creado.

No me representan.


1 comentario:

  1. Desoladoramente de acuerdo en todo. Vamos en una escala de 0 a 10, donde el 0 sea totalmente en desacuerdo y el 10 totalmente de acuerdo, un 15.

    ResponderEliminar